Madrid, 14 ago (EFE).- Desde tiempo inmemorial, cerca de 1.200 localidades españolas viven algunas de sus fiestas más importantes en torno al 15 de agosto, día de la Asunción de la Virgen, con procesiones, bailes, verbenas y un sinfín de celebraciones favorecidas por el buen tiempo veraniego, pero que este año serán imposibles por culpa del coronavirus.
La covid-19 y el miedo al aumento creciente de contagios han podido más que la tradición. Pueblos de toda España y también ciudades como Madrid y Barcelona han cancelado o reducido al mínimo las actividades festivas en torno a la llamada también “Virgen de agosto”, que se celebra en 924 lugares de toda España en sus distintas acepciones (la Asunción, la Paloma, la Virgen del Pino, la de Begoña…).
También san Roque, san Bartolomé o santa Rosa de Lima, que tradicionalmente celebran su día grande en estas fechas, cayeron bajo la apisonadora del virus, como lo han hecho la Feria de Málaga (sur) o la Semana Grande de Gijón (norte), competiciones deportivas como las carreras de Sanlúcar de Barrameda (suroeste), los fuegos artificiales de la isla mediterránea de Mallorca o San Sebastián (norte), las recreaciones históricas de la isla atlántica de Tenerife, Soria (centro) o Jaén (sur).
Por no hablar de los toros: este año solo hay anunciados ocho festejos, de los que cuatro son corridas y una sola novillada con picadores, cuando el año pasado, entre los días 13 y 16 de agosto, se programaron en España y Francia 57 festejos mayores: 30 corridas de toros, 12 novilladas con picadores y 15 de rejones.
RUINA PARA LOS FERIANTES
“Es un desastre, un drama para miles de familias que viven de las verbenas y las ferias; va a ser la fiesta más triste del siglo, nadie recuerda algo así”, dice con pesar el responsable de la pastoral de Circos y Ferias de la Conferencia Episcopal, el sacerdote José Aumente, que lleva desde marzo intentando paliar el hambre y la desesperación de las cerca de las 200.000 personas y casi 32.000 familias de feriantes que “lo han perdido todo”.
“Y los circenses lo tiene aún peor, porque estos ni siquiera tienen una casa o un pueblo al que volver, se han quedado aparcados en tierra de nadie y nadie les hace caso”, dice indignado, convencido de que quienes han prohibido los festejos “tienen una paga fija que le cae todos los meses y están tan cómodos en sus sillones oficiales”.
“VÉRTIGO” EN LOS LOCALES DE OCIO
También con “bastante vértigo” aguardan los propietarios de bares y locales de ocio acostumbrados a “llenar hasta el desborde” estos días sus establecimientos. El Gobierno español y las regiones acordaron este viernes el cierre total de discotecas y bares de copas para contener la transmisión del virus y limitar el horario de cierre de restaurantes.
Matías Muñiz, de 38 años, es la tercera generación al frente del bar Muñiz, en la calle de Calatrava de Madrid, epicentro de las fiestas de la Paloma, y el único que este año se animó a decorar su local con mantones y farolillos, e incluso a contratar a un organillero para que el típico chotis siga sonando: “Aunque sea un año raro, Muñiz tiene que celebrar la Paloma”, dice sonriendo tras la mascarilla negra que lleva puesta.
En la localidad de La Alberca (Salamanca), las fiestas, declaradas de Interés Turístico Nacional, quedaron reducidas a la mínima expresión: ni el Ofertorio y la procesión de las cofradías con las mujeres ataviadas con el “traje de vistas” ni el auto litúrgico medieval en el que el bien vence al mal en la lucha contra el dragón de las siete cabezas, ni las verbenas, competiciones y fiestas.
“El 70 por ciento vive del turismo, pero somos conscientes del peligro y la necesidad de ser prudentes”, dice emocionado el alcalde, Miguel Ángel Luengo, que suspendió todo salvo la misa mayor. Relata cómo los más viejos del lugar se le acercan por la calle “medio llorando” para decir que ni en la Guerra Civil (1936-39) se dejaron de celebrar las fiestas.
“Estamos todos con el corazón roto, pero el año que viene volveremos con más ganas”, asegura Luengo resignado. EFE
Fuente: Contacto hoy