Ciudad de México. La pandemia de Covid-19 se asemeja a los mayores desastres naturales y, por tanto, sabíamos que ocurriría aunque no cuándo, dónde y de qué magnitud. Los profesionales de la salud, por lo menos los de salud pública, epidemiología y enfermedades infecciosas, éramos conscientes de la problemática de la nueva pandemia, desde el momento de la publicación de los primeros casos de neumonía en la ciudad de Wuhan
En febrero, el plan de respuesta hospitalaria de la Comisión Coordinadora de Institutos Nacionales de Salud y Hospitales de Alta Especialidad (Ccinshae) se implantó para atender la demanda en el contexto del rápido desarrollo de la pandemia en varios países del mundo, y sobre todo de las implicaciones sobre el sistema de salud hospitalario. Fue necesario implementar una estrategia para enfrentar el peor escenario ante un virus nuevo, altamente transmisible, que produce una enfermedad multifactorial, multifásica, multisistémica, extremadamente compleja y letal, especialmente en una población vulnerable por otros factores como la hipertensión, la diabetes y la obesidad.
Se formaron siete equipos centrados en la necesidad urgente de la reconversión de hospitales. El término reconversión hospitalaria requiere de una explicación para evitar el uso erróneo del concepto, que frecuentemente se hace incluso en el ambiente médico. Se define como la adecuación de áreas hospitalarias diferentes a la unidad de terapia intensiva para convertirlas en unidades de atención de enfermos en estado crítico que requieren o podrían requerir de una ventilación mecánica. Deben tener infraestructura eléctrica, de compresión y de mezcla de gases, y de equipos como ventiladores invasivos, monitores, bombas de infusión y máquinas de hemodiálisis disponibles.
Además de la infraestructura y del equipamiento, son necesarios recursos humanos médicos y de enfermería capacitados en la operación de los equipos y en la atención de personas graves y en estado crítico. A esto se dedicó el primer equipo. Al mismo tiempo, otros seis trabajaron de manera coordinada y transversal: el de control y prevención de infecciones hospitalarias, asociadas o no al virus, y de capacitación para el uso de los insumos de protección personal; de organización de los hospitales No-Covid, a los que se transfirieron los pacientes de los hospitales Covid, y que se encargó de reprogramar cirugías y consultas no urgentes. Otros dos equipos fueron para la atención de hospitales de primer y segundo nivel en la Ciudad de México y el estado de México, y así poder liberar a los de tercer nivel para la atención de las personas graves. Y por último, los de referencia inter-institucional e inter-hospitalaria y el de investigación científica que coordina todos los ensayos clínicos controlados.
De una capacidad instalada de apenas 132 camas de terapia intensiva en febrero de 2020, la reconversión de las unidades coordinadas por la Ccinshae resultó en un incremento inicial a 400 y para mayo sumaban 502 camas para atender personas en estado grave y crítico. El Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias (INER) y el Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán (Incmnsz) fueron los hospitales exclusivamente Covid-19. Los hospitales General de México, Juárez, Gea González, Infantil, Regional de Alta Especialidad de Ixtapaluca y el Instituto de Cardiología fueron híbridos, mantuvieron también la atención de pacientes No Covid. Los no Covid fueron el Instituto de Cancerología, el de Rehabilitación, el de Siquiatría y el de Pediatría, que nunca han dejado de atender a pacientes No Covid. Fuera del Valle de México, los Hospitales Regionales de Alta Especialidad de Oaxaca, Yucatán y de Ciudad Victoria, en Tamaulipas, estuvieron también en la primera línea de defensa y respuesta al Covid de sus entidades.
La reconversión alcanzó el objetivo de evitar la saturación hospitalaria. Los institutos y hospitales coordinados por Ccinshae fueron la primera línea de respuesta en donde ha sido el epicentro de la pandemia en México: la zona metropolitana del Valle de México. La importancia de ser la primera línea de defensa al Covid-19 permitió aumentar el tiempo de preparación de las demás instituciones y evitar el desbordamiento de la red hospitalaria observados en varios países de Europa y en Estados Unidos. La mitigación y la modificación de la curva epidémica fueron evidentes en la atención de pacientes en las unidades coordinadas por Ccinshae.
El agotamiento físico y mental del personal de salud en los hospitales nos obligó a formar un equipo más, el octavo, integrado por profesionales en salud mental y siquiatría, específicamente para la atención del personal de salud, siempre apegada a los lineamientos nacionales, para disminuir los riesgos o tratar la angustia, depresión y agotamiento del personal médico, notables especialmente en el de residentes y de enfermería.
No debe olvidarse que en México hay más de 75 por ciento de personas con sobrepeso u obesidad, unos 32-34 millones con hipertensión arterial y más de 15 millones con diabetes. Las tres enfermedades crónicas que desde 2003 han determinado, al menos en parte, que la hasta entonces cada vez mayor esperanza de vida en México se haya detenido e incluso disminuido. Estos factores de riesgo, que en México se han desatendido por décadas y permitido su aumento (los casos de sobrepeso y obesidad) o han permanecido sin el control apropiado o aún no detectados (como la hipertensión arterial y diabetes), son los que se asocian a la mayor letalidad de la infección por SARS-CoV-2
Fuente: La Jornada