Moscú, 11 mar (EFE).- Al anunciar su disposición de seguir en el Kremlin hasta 2036, el presidente ruso, Vladímir Putin, ha convertido el plebiscito sobre la reforma constitucional en un referéndum acerca de su figura y su posible permanencia en el poder después de 2024.
“Como ustedes, queridos amigos, decidan, como ustedes voten el 22 de abril, así será”, dijo Putin al intervenir ante la Duma (Cámara de Diputados).
PUTIN O EL CAOS
Es decir, si los rusos apoyan las enmiendas constitucionales, muchas de las cuales son meramente superfluas -la fe en Dios, la prohibición de ceder territorio, la indexación de pensiones o el matrimonio heterosexual- Putin se sentiría legitimado para optar a un nuevo mandato presidencial.
Putin apela principalmente al voto del miedo, el miedo al cambio entre los rusos. El cambio son las nuevas tecnologías, el liberalismo democrático, la relatividad moral, las minorías sexuales o la historiografía occidental.
Cualquier pequeño cataclismo trae a la memoria de los rusos los “salvajes” años 90, cuando la desintegración de la Unión Soviética convirtió de la noche a la mañana a los rusos en ciudadanos de segunda.
Y es que el Kremlin ha apostado abiertamente por el aislamiento. Una especie de nueva autarquía que reduce la dependencia de Rusia de los mercados y las divisas occidentales, y, siguiendo la senda china, intenta romper lazos con internet, con la opción de desconectarse de la red mundial.
Lo dijo el propio Putin: ni el coronavirus -Rusia fue la primera en cerrar las fronteras con China- ni la caída de los precios del petróleo o los vaivenes del rublo amenazarán la soberanía nacional o alterarán la estabilidad que él trajo cuando llegó al poder hace veinte años y que algunos llaman abiertamente “anquilosamiento”.
Las dos cámaras del Parlamento ruso, la Duma y el Senado, aprobaron hoy sin apenas debate la reforma constitucional. Ahora, sólo falta que los rusos acudan a las urnas.
“Putin puso de pie a una Rusia que estaba arrodillada (…) y, por eso, debe tener la posibilidad de participar en las elecciones”, dijo este miércoles la presidenta del Senado, Valentina Matvienko
REFERÉNDUM ADULTERADO
La elegida para presentar la enmienda constitucional que permitirá a Putin seguir en el Kremlin fue otra mujer, la primera cosmonauta de la historia, Valentina Tereshkova, figura que representa el orgullo soviético y la lealtad a la Rusia de Putin.
“El que decidirá será el pueblo”, proclamó.
No es del todo así, ya que Putin no ha convocado un referéndum, sino un plebiscito, opción que la oposición liberal ha considerado más propio de una dictadura que de una democracia.
El procedimiento elegido “despierta muchas preguntas, ya que por ahora no está claro quién contará (los votos) y si habrá observadores. Y es que la Constitución sólo se puede cambiar por medio de un referéndum. Por cierto, eso está escrito en la misma Constitución”, denunció Ludmila Narusova, viuda del histórico alcalde de San Petersburgo y padrino político de Putin, Anatoli Sobchak.
La senadora, que criticó hoy también la votación relámpago en el Senado, aseguró que la “votación nacional rusa” es un “invento administrativo” que “no suena muy democrático”.
“Como que todo el pueblo va a votar, pero, en realidad, no son más que juegos políticos”, lamentó.
PUTIN 2036, VICTORIA SEGURA
Putin lo tiene fácil, ya que un plebiscito no exige un mínimo de votantes para que la reforma sea aprobada. Todo lo contrario que un referéndum, que también permitiría a la oposición hacer campaña a favor del no.
Pocos dudan de que los rusos, es decir, los que trabajan para el Estado -militares, funcionarios, profesores y personal médico- votarán a favor de que Putin siga dirigiendo su destino.
El único obstáculo en el camino de Putin es el Tribunal Constitucional (TC), que debe dar el visto bueno a la reforma después de que sea aprobada por las asambleas legislativas regionales.
Los analistas lo dan por hecho, aunque existe un precedente en el que el TC rechazó la posibilidad de que el primer presidente ruso, Boris Yeltsin, se presentara a un tercer mandato presidencial, tras lo que cedió el poder a Putin.
Fue en 1998, aunque la Constitución del 93 se aprobó durante el primer mandato de Yeltsin, que, además, en un primer momento se postuló a presidente de la República Socialista Federativa Soviética de Rusia (12 de junio de 1991).
VOCES CRÍTICAS EN REDES SOCIALES
Las redes sociales arden desde que Putin anunciara sus planes de futuro. Unos recuerdan que, mientras la incipiente democracia postsoviética pereció con el cañoneo del Parlamento (1993), la putinista murió definitivamente “entre aplausos”.
“Eso sí que da miedo y no el coronavirus”, comentan algunos.
Y es que para muchos rusos que dependen del paternalismo del Estado el fin de la incertidumbre ha supuesto un alivio, aunque el poder adquisitivo no ha dejado de caer en los últimos años.
Que las autoridades tenían todo atado y bien atado quedó claro cuando el alcalde de Moscú, Serguei Sobianin, suspendió por la amenaza del coronavirus todas las actividades públicas con más de 5.000 personas, justo después de que la oposición extraparlamentaria anunciara una protesta para 50.000 personas para dentro de diez días.
A los detractores de la reforma constitucional sólo le ha quedado la opción de montar piquetes individuales frente al Parlamento. Así de solos se han quedado los rusos que se oponen a que Putin se perpetúe en el poder.
“Mañana son las elecciones anuales del Benefactor. Mañana le entregaremos las llaves de la fortaleza inquebrantable de nuestra felicidad”, dice el libro “Nosotros” de Yevgueni Zamiatin, considerada la precursora de “1984” de George Orwell. EFE
Fuente: Contacto hoy