Mendoza, fundador de la compañía La Trouppe, quien durante más de cuatro décadas encabezó grandes festejos dedicados a los pequeños, a quienes consideraba un sector “muy inteligente, al cual había que tratarlo como tal” y, gracias a ello, el público infantil tuvo acceso a realidades mágicas.
El actor, director y dramaturgo, quien se convirtió en un referente de las artes escénicas, murió el 6 de enero a las 19 horas, por una falla renal que tuvo su origen en una enfermedad crónica, aunque en diciembre pasado, se le había diagnosticado Covid-19.
Mauro Antonio Mendoza Juárez nació el 23 de abril de 1956 en la Ciudad de México y no sólo constituyó “un parteaguas” en el teatro dirigido a niñas, niños y jóvenes, sino que devolvió dignidad a la técnica actoral de los payasos, los títeres y a la riqueza de recursos escénicos.
Carmen Luna, compañera del director artístico quien fue conocido como Trupo, explicó: “El último año fue muy difícil para él, pero en diciembre le tuvieron que hacer una transfusión y nos dijeron que tenía Covid-19; pero el problema fue renal y sus riñones colapsaron, después tuvo una serie de complicaciones”.
Prosiguió: “Mauro fue excepcional en muchos de los campos porque él escribía las obras y las diseñaba; digamos que era el sello de la compañía, aunque después hizo escuela y ha sido un parteaguas. Su legado, para nosotros, es también relacionado a la forma de enfrentar la vida, así como la pasión con la que vivía el teatro y las artes en general”.
La prolífica y larga historia de La Trouppe “tuvo varios episodios, pues nace con este nombre en 1980, pero Mauro inició, desde 1978, un pequeño grupo que fue la génesis de la compañía”, explicó Luna.
En este largo camino lleno de ideas, trabajo y proyectos surge La Compañía Teatral La Trouppe, un 8 de diciembre de 1980, día en que murió John Lennon, y fecha en la que se celebra el Día del Payaso. “Mendoza, en 1978, fue invitado a crear un espectáculo donde una incipiente Trouppe –nombre que rinde homenaje a las compañías trashumantes de la Commedia dell’ Arte– se presentó por primera vez con su primera obra: Rompecabezas. Debido a su éxito, el montaje se representó durante dos años”.
Después, Mauro Mendoza, junto con Sylvia Guevara, Marco Antonio Serna y Luna, logró el reconocimiento del público para el teatro infantil. Con sus creaciones buscó que el género fuera redimensionado, en un país que siempre ha considerado al teatro para niños como un arte menor.
Sobre el escenario demostró, siempre apoyado en lo que él definía como el teatro negro con humor blanco, que “el género no tiene límites y posee una calidad extraordinaria si dialoga de manera directa con la inteligencia del público al que se dirige”.
Mendoza realizó estudios en la Escuela de Arte Teatral del Instituto Nacional de Bellas Artes, escribió y dirigió 22 obras de teatro infantil. Entre el final de la década de los 70 y la primera mitad de los 80, trabajó durante cinco años en el centro de teatro infantil del INBA, como coordinador del Teatro Titiriglobo INBA Fonapas, una de las semillas que activamente transformó el teatro para niños.
En el libro El teatro para niños y jóvenes en México 1810-2010 de la investigadora Josefina Brun, se afirma que Mauro Mendoza “es el dramaturgo de teatro infantil que, entre los años de 1988 y 2000, tuvo mayor número de obras puestas en escena”.
La Trouppe tiene en su haber 20 producciones teatrales y una película, Calacán, ganadora de cinco premios del Concurso de Cine Experimental en 1985, dos postulaciones al Ariel y dieron vida al Festival Puro Teatro. En 2012, creó la Fundación Truperías con la misión de cubrir la mayor cantidad de público posible que no tiene acceso al arte teatral, brindando espectáculos con contenido, producidos con alta calidad, profesionalismo y respeto a los niños de todo el país de manera gratuita.
Al maestro Mauro Mendoza le sobreviven su hija Jimena, su nieta y su hijo Mauro Enrique, sus hermanos y la familia teatral –discípulos, colegas, artistas de diversas disciplinas y miles de espectadores– que incansablemente formó en más de 40 años.
Fuente: La Jornada