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NACIONAL SEGURIDAD

Se registran 2 mil incendios forestales menos que en 2019

México, 9 May (Notimex).- Del 1 de enero al 7 de mayo de 2020, se han registrado 3 mil 152 incendios forestales en el país, con una superficie afectada de 104 mil 30 hectáreas (ha), lo cual representa un 39 por ciento menos incendios y 54 por ciento menos superficie que lo reportado en 2019 a la misma fecha de corte (5 mil 141 incendios, con 248 mil 182 ha).

La Comisión Nacional Forestal (Conafor), detalló en voz de su director Jorge León Castaños Martínez, que durante el ciclo 1998 – 2019 las superficies afectadas fueron: 1998, 848 mil ha; 2011, 951 mil ha; 2013, 412 mil ha; 2014, 154 mil ha; 2015, 86 mil ha; 2016, 268 mil ha; 2017, 704 mil ha;2018, 484 mil ha, y 2019, 634 mil ha, cifras que tienen que ver con fenómenos meteorológicos, capacidades de combate y coordinación de esfuerzos entre actores.

Para el periodo 2009 -2019, el promedio anual fue de 7 mil 871 incendios, con una superficie afectada promedio de 385 mil 815 ha, agregó el funcionario durante una entrevista con Notimex.

“Desde 1986 se presenta un desplazamiento positivo de la temperatura media nacional, siendo más notoria a partir de 2015, donde se empiezan a apreciar mayores superficies afectadas, por lo que cabe destacar que aunque tengamos precipitaciones dentro de lo normal, las temporadas de incendios tenderán a ser mas intensas debido a las temperaturas que se presentan año con año”, mencionó.

Castaños Martínez señaló que para entender el efecto del fuego en los ecosistemas, “debemos conocer cómo ha sido factor en la evolución de los mismos y establecer que es uno de los factores ecológicos de perturbación del paisaje más ampliamente extendidos en los ecosistemas terrestres”.

El fuego puede ser clasificado como un factor de perturbación natural promovido por otros disturbios, como los atmosféricos, espaciales, geológicos y biológicos, por lo que es un elemento común en los ecosistemas al que muchas especies se han adaptado y que, desde hace al menos un millón de años, se encuentra con mayor frecuencia en los sistemas ecológicos producto de su domesticación por los primeros hombres y mujeres.

También ha sido un factor determinante de la evolución de la vida en la tierra, tanto de las especies de plantas, de animales y, en especial, del ser humano, ya que sin la domesticación del fuego, difícilmente nuestros ancestros hubieran pasado de ser la presa a cazadores, así como a desarrollar gran parte de su inteligencia y empezar a generar los primeros asentamientos humanos.

Es así que los incendios forman parte integral de la dinámica de los ecosistemas, además de una herramienta de manejo y un factor de deterioro ambiental, según las condiciones en las que se presente. Por su evolución en presencia del fuego, los ecosistemas se clasifican en mantenidos por el fuego (adaptados al fuego), los cuales lo necesitan para persistir en el paisaje; sensibles al fuego, caracterizados por no haberse desarrollado con el fuego como un proceso importante y recurrente y, por ende, las especies que los constituyen no presentan adaptaciones a este factor; independientes del fuego, donde éste tiene un papel muy pequeño o nulo, ya que son demasiado fríos, húmedos o secos para quemarse, y los influidos por el fuego, los cuales son zonas de transición entre los ecosistemas adaptados al fuego y los sensibles al fuego o independientes del mismo.

Entonces, concluyó, “el fuego en bosques y selvas puede tener efectos benéficos o perjudiciales, en función de su adaptabilidad y las condiciones en que se presente. “Sin embargo, en los últimos años, por su magnitud, los incendios han resultado muy dañinos para los ecosistemas y la sociedad”. Entre los impactos ecológicos sobre el suelo, destaca la pérdida de nutrientes, destrucción de la microfauna (bacterias y hongos) y disminución de la permeabilidad.

El fuego en los ecosistemas se clasifica por la frecuencia, intensidad, severidad, forma, estacionalidad y tipo de incendio. La intensidad del fuego se define por la velocidad de propagación y la altura y longitud de la llama; la severidad se considera como el efecto del fuego sobre la mortalidad de plantas, el consumo de biomasa, la reducción de la cobertura de los árboles, la modificación de la composición y la estructura de los bosques y de las propiedades físicas, químicas, y biológicas del suelo.

También se consideran los efectos en la infiltración y el escurrimiento de agua. “Hay que tener en cuenta que los efectos del fuego estarán dados por la evolución del ecosistema en presencia del fuego y por el régimen de fuego que se presente.

Por ejemplo, los incendios forestales en ecosistemas sensibles al fuego, se verán afectados tanto por la volatilidad de los nutrientes del suelo como en el efecto de hidrofobicidad, lo que ocasiona pérdida de permeabilidad y menos infiltración a los mantos freáticos”, indicó.

Por otro lado, en ecosistemas adaptados al fuego, donde el régimen de incendios se ha respetado y no existen políticas de supresión total, se han observado aportaciones de calcio, magnesio, potasio, manganeso, fósforo y nitrógeno.

Lamentablemente se tiene la falsa idea que el fuego es un factor de destrucción total. Sin embargo, el fuego es un factor de disturbio, que puede ser necesario para un grupo de ecosistemas. Al respecto, se debe entender la ecología de las poblaciones para aprovechar el fuego como un factor de manejo, al igual que otros muchos tratamientos más que se aplican en la silvicultura o en el cultivo de los bosques.

El director de Conafor ejemplificó que en un bosque de pino dependiente del fuego en una ha, el proceso natural consistirá en el crecimiento aproximado de mil 100 arbolitos que en 10 años empezarán a juntar sus copas y, a los 15 años, no tendrán hacia donde crecer, empezando a competir por nutrientes y luz.

En ese momento iniciará un fenómeno llamado autoaclareo o muerte de los individuos menos aptos. Si a esa hectárea saturada de árboles le agregáramos fuego, el resultado sería un incendio de muy alta intensidad con mortandad de árboles al paso del fuego y presencia de plagas en gran parte del arbolado que sobreviva.

Por otro lado, si a la misma hectárea se le aplica manejo forestal, a los 15 años tendremos aproximadamente 600 árboles, y si aplicamos fuego a baja intensidad, tendremos aportación de nutrimentos al suelo, una redistribución de nutrimentos de los árboles a la parte área de las copas, mejorando su vigorosidad y reduciendo la presencia de plagas y enfermedades.

Castaños Martínez señaló que la red fluvial de una cuenca se verá mayormente afectada cuando las actividades de manejo en la misma sean inexistentes, aunado a políticas de exclusión de fuego. “Esto provocará incendios de alta intensidad y severidad, propiciando la pérdida de cobertura aérea y mayor impacto de la precipitación sobre el suelo, incrementando la erosión y el arrastre de cenizas y suelo mineral, propiciando problemas de azolve aguas abajo de la cuenca”, indicó.

Asimismo, en zonas tropicales, donde el fuego tiene un avance más lento, el tiempo de permanencia del calor sobre la superficie provoca el efecto de hidrofobocidad en el suelo, impidiendo la infiltración del agua al subsuelo, evitando la recarga de mantos acuíferos. Por otra parte, el fuego, al ser un factor de disturbio, provocará la aparición de diferentes tipos de especies herbáceas y arbustivas, propiciando mayor cantidad de frutos y alimento para la fauna.

Al haber incendios forestales recurrentes, se elimina la cobertura arbórea promoviendo la existencia de sabanas en áreas tropicales y pérdida de suelo en las zonas montañosas, provocando la desaparición de especies vegetales y la muerte o migración de las diferentes especies de fauna, rompiendo la cadena alimenticia e impactando directamente en la biodiversidad.

En este sentido, manifiestó que la política pública se debe orientar a complementar el triángulo del Manejo del Fuego, siendo la base de este la ecología de los ecosistemas y en el cual se establece que el fuego tiene un carácter benéfico y dañino, dependiendo el ecosistema donde se presente.

Un aspecto es el impacto socioeconómico, al ser una herramienta para las poblaciones rurales, pero de impacto negativo a la infraestructura y salud de las poblaciones urbanas; sin embargo, bajo el precepto de que el fuego es un elemento que forma parte integral del ecosistema donde ocurre, el tercer lado del triángulo es la aplicación técnica de manejo en la planeación, prevención, manejo forestal y uso del fuego.

 Declaró que “como sociedad debemos aprender a convivir con el fuego, impulsar el uso de quemas prescritas en los ecosistemas dependientes; el manejo forestal y la reducción mecánica de combustibles forestales en zonas aledañas a las áreas urbanas, así como el combate agresivo de incendios forestales y la reducción del uso del fuego en los ecosistemas sensibles del país”.

Finalmente, mencionó que “los incendios forestales pueden incidir como promotores de la desertificación, la fragmentación de hábitats y pérdida de valores estéticos y recreativos de las áreas forestales”.

 Impactos socioeconómicos Castaños Martínez mencionó que los incendios forestales repercuten en todos los sectores de la economía, fundamentalmente en las zonas rurales que viven del monte con actividades agropecuarias, forestal y turístico entre otras, pero también provoca situaciones de emergencia que derivan en evacuaciones o, en el peor de los casos, pérdidas de vidas humanas.

Este año hubo evacuaciones en Puebla, en el municipio de Zautla; en Oaxaca, en la comunidad de Santos Reyes Tepejillo, donde perdieron la vida nueve comuneros. En cuanto a la incidencia, señaló que “si consideramos que 137.8 millones de ha están cubiertas por algún tipo de vegetación forestal y comparamos con el promedio 2009 -2019 de superficie afectada de 385 mil 815 ha, veremos que la afectación es de 0.3 por ciento”.

En 2020, los mayores incendios han sido en el predio Santa Rita Sitio Viejo, en Ciudad del Carmen, Campeche, con afectación de 7 mil 73 ha; en el predio El Quelite, en Puerto Morelos, Quintana Roo, con 3 mil 262 ha; predio La Herradura, en Cintalapa, Chiapas, con 2 mil 314 ha; Río Escondido, en Bacalar, Quintana Roo, con mil 983 ha; Nuevo Amanecer Tenejapa, Cintalapa, Chiapas, con mil 806 ha; Leonardo Bravo, Guerrero, con mil 795 ha; Ejido Apizaco o Apizaquito/El Campanario, en Tlachichuca, Puebla, con mil 753 ha; Santo Tomás Quierí, San Carlos Yautepec, Oaxaca, con mil 587 ha; Ejido Zautla/Micuautla, Zautla, Puebla, con mil 528 ha, y Cerro de los Tres Picos, Tacámbaro, Michoacán, con mil 527 ha.

Entre las principales causas, a nivel nacional, destacan las actividades ilícitas (cambio de uso del suelo, rencillas, vandalismo), con 33 por ciento; actividades agrícolas, 22 por ciento; desconocidas, 12 por ciento; fogatas, 9 por ciento; actividades pecuarias, 9 por ciento; fumadores, 5 por ciento; cazadores, 3 por ciento; quemas de basura, 2 por ciento; naturales (rayos), 1 por ciento…

En el Sureste, para el mismo periodo, cazadores que usan fuego para acorralar a la fauna, 28 por ciento; desconocidas, 26 por ciento; actividades agrícolas, 16 por ciento; actividades ilícitas, 9 por ciento; fumadores, 7 por ciento; quema de basura, 6 por ciento; actividades pecuarias, 5 por ciento; limpias de derechos de vía, 2 por ciento

Fuente: Contacto hoy