¿Es en serio que el presidente López Obrador estaría “chiras pelas” si Marcelo Ebrard logra imponer a Mario Delgado en Morena?
¿Quién podría imaginar que el hijo laico de Dios, es decir, el presidente López Obrador, requeriría de un arcángel o una especie de Chapulín Colorado versión Porfirio Muñoz Ledo, para salvar su sexenio?
Como dice López Obrador, con respeto y sin ánimo de ofender, no me atrevo a preguntar como lo haría un chavo –¿de cual fumó?— prefiero hacerlo como los de mi edad y a partir de la experiencia de cuando don Porfirio fue embajador en la ONU: ¿de cual tomó para animarse a decir a la militancia morenista poblana que Marcelo Ebrard pretende arrebatar de facto el poder al presidente en el tercer año de gobierno?
De ser cierto, ¿quién entró en periodo de locura? ¿el que pretende hacerlo o el que dice que el otro lo quiere hacer?
Y pensar que apenas el 9 de junio pasado el presidente reveló que una persona no identificada (a falta de policía política tiene al pueblo que lo mantiene informado) le entregó un par de documentos. Uno de ellos contenía los planes de un ente llamado a sí mismo Bloque Opositor Amplio (BOA) para desestabilizar su gobierno y deponerlo. Del otro documento nada ha dicho al día de hoy. ¿Se tratará de los supuestos planes del secretario de Relaciones Exteriores para convertirse en titiritero de López Obrador?
En junio, los periodistas de inmediato nos dimos a la especulación. Nos esforzamos para identificar a Gustavo de Hoyos de la Coparmex y a Carlos Salazar Lomelín del Consejo Coordinador Empresarial como posibles organizadores del BOA, pero lo cierto es que han pasado tres meses de aquella revelación y la conclusión es que ese grupo conspirador solo existió durante los minutos que el presidente le concedía en las conferencias mañaneras y el eco que le hicimos los periodistas.
La otra conspiración, la del Frenna de Gilberto Lozano, lleva una semana acampando en el Zócalo y ha dejado de existir en los medios de comunicación.
Confieso no entender a qué juega Porfirio Muñoz Ledo al profetizar que si alguien no para a Marcelo Ebrard y consecuentemente él no llega a encabezar Morena, el presidente López Obrador estará “pelas” y la Cuarta Transformación solo durará tres años, cuando necesita al menos de tres o cuatro sexenios para que su programa funcione.
El ex presidente del PRI y del PRD no se cobijó en eufemismos como suelen hacer los políticos. Fue al grano. Solo él puede conseguir que el presidente termine su sexenio. La cosa está tan grave que si los morenos eligen a Mario Delgado, López Obrador terminará como florero adornando el Palacio Nacional mientras el secretario de Relaciones Exteriores gobierna.
No, no tomamos de la misma. He aquí las palabras de don Porfirio: “Si perdemos, esto es como elegir a uno, yo no digo que sea malo, que se llama Marcelo Ebrard, para la Presidencia, si tiene mucho dinero…¿Qué pasaría si ellos ganan? Pues ya va a ser presidente Marcelo, pues ya va a estar ‘pelas’, políticamente, el presidente; me entienden; le van a hacer un sexenio corto, de tres años”.
Quizás sea urgente que el presidente deje de imitar a Ernesto Zedillo, olvide un poco la sana distancia con Morena, y meta en orden a los contendientes por el liderazgo nacional.
A menos que no se sienta insultado por las crudas aseveraciones de Muñoz Ledo que ya lo ve anulado por la avasalladora personalidad y poder político de Ebrard que terminaría gobernando 9 años, tres de AMLO y los suyos del siguiente sexenio.
El presidente debe reconocer que no somos los periodistas, ni sus adversarios o sus enemigos reales o imaginarios, quienes hemos creado esta crisis política en la Cuarta Transformación. Es su Corte la que está pensando que su sexenio podría terminar apenas Alfonso Ramírez Cuellar regrese al limbo político o lo compense con alguna de las vacantes que se están dando con alarmante frecuencia en la burocracia.
Fuente: Contacto hoy