En las manos del fiscal general de la República están cayendo todas las manzanas envenenadas de la Cuarta Transformación; la última, resolver el caso del general Salvador Cienfuegos a quien deberá someter al menos a investigación porque sería casi suicida no hacerlo, según afirmó Marcelo Ebrard, el hacedor del milagro del retorno en libertad a México del ex secretario de la Defensa Nacional en el sexenio de Enrique Peña Nieto.
El presidente López Obrador dijo el lunes que nunca tuvo noticia de que Cienfuegos hubiese cometido ilícitos, pero al final de cuentas lo que diga o piense de nada sirve en el caso Cienfuegos.
Ya que en México nunca se le ha investigado, todo se reduce a lo que la Fiscalía norteamericana entregó en tiempo y forma a Alejandro Gertz Manero.
El problema para la FGR es que las evidencias que en la Corte neoyorquina serían contundentes aquí podrían convertirse en polvo porque, por ejemplo, los miles de mensajes intercambiados con malandrines de segundo pelo a través de BlackBerry, habrían sido obtenidos de manera ilegal en nuestro país por agentes extranjeros que no cumplían orden judicial.
En cuanto a lo que afirmen los testigos protegidos, tendrían que sostenerlo ante el juez mexicano y es posible que no alberguen deseo de regresar a su tierra.
En fin, el presidente López Obrador tiene mucho de que presumir y de paso tranquilizó a las Fuerzas Armadas que oficialmente no experimentaban malestar alguno por la aprehensión de quien fue su jefe por seis años y la manera en que ocurrió, como tampoco anhelan formalmente ningún poder ni albergan protagonismo político ni de ningún otro tipo.
También ya debe estar tranquilo el ex secretario de la Marina Armada de México, almirante Vidal Soberón, quien al menos por 12 años mantuvo relación con la DEA, entre ellos los dos en que la agencia norteamericana dice haber obtenido toda la información que incrimina al general Cienfuegos.
Y desde luego, la fulgurante estrella de la función, el secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, a quien se debe el milagro de que el gobierno mexicano doblegase al norteamericano obligándolo o convenciéndolo, que para el caso es lo mismo, de entregar a su pieza de caza más importante desde que el gobierno de Peña Nieto le obsequió a El Chapo Guzmán.
Cuesta trabajo digerir que el gobierno de AMLO doblegara o convenciera al de Donald Trump aun en este momento cuando el hombre más poderoso del mundo hasta el mediodía del 20 de enero próximo ya se declaró derrotado ante Joe Biden, pero lo presumimos, aunque todo indica que en el fondo existe el convencimiento de la DEA de la inexistencia de caso contra el ex secretario de la Defensa Nacional y de que poco o nada podría probarle en la Corte de Nueva York y que por eso nos lo devolvió.
Bien, mientras muchos disfrutan el triunfo histórico de la diplomacia mexicana sobre la norteamericana, en la FGR no encuentran qué hacer con el General porque en México no ha perdido consistencia el convencimiento de que en el fondo de este arreglo entre los gobiernos de México y Estados Unidos aún no explicado a suficiencia, está la irresistible presión a que el presidente López Obrador fue sometido por nuestras Fuerzas Armadas.
La pregunta en todo caso es cómo conseguimos la devolución porque, sin duda, no fue de a gratis. Quid pro quo es la fórmula.
Por otro lado, el dilema es simple: aceptando sin conceder que el ex secretario de la Defensa Nacional fuese culpable de los delitos que le achacan, ¿Gertz Manero estaría dispuesto a resistir la presión del Ejército mexicano que no soportó López Obrador ?
Peor aún, recordemos lo dicho por Ebrard: si no lo investiga sería casi suicida.
Y si lo encuentra inocente el nuevo gobierno demócrata de Estados Unidos dirá con razón que en México impera la impunidad.
En tremendo brete metieron a Gertz Manero en vísperas de conseguir que por fin Rosario Robles abra la boca.
Fuente: Contacto hoy