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NACIONAL

Morena en vilo / John M. Ackerman

Morena ya llegó al poder pero sigue comportándose como si fuera un partido de oposición.

En 2018, el partido apenas iba naciendo y tenía que crecer rápidamente para poder arrasar al viejo régimen en las urnas y así evitar cualquier posibilidad de fraude en contra de Andrés Manuel López Obrador. En aquel contexto, tenía sentido sumar a todos y todas al barco, incluyendo personajes con trayectorias cuestionables como Lilly Téllez, Jaime Bonilla, Miguel Barbosa y Germán Martínez, entre otros.

Pero ahora que López Obrador se encuentra en Palacio Nacional y goza de un nivel histórico de aprobación ciudadana, el partido tiene la oportunidad de pasar a una nueva etapa de mayor madurez y confianza en sí mismo. Ha llegado la hora de consolidar la Cuarta Transformación a partir de la aplicación de controles de calidad para las candidaturas y el fortalecimiento de liderazgos propios.

Recordemos que los quince gobernadores que serán electos en 2021 permanecerán en sus cargos más allá del sexenio actual, hasta 2027. Su perfil marcará de manera definitiva el carácter de la época posobradorista.

Pero en lugar de valorar el trabajo de la militancia y defender perfiles de lucha capaces de mantener encendida la antorcha de la transformación, la dirigencia de Morena sigue tercamente aferrada a la vieja estrategia de recurrir a cuestionables perfiles externos.

Guerrero es uno de los casos más llamativos. Ahí la dirigencia a todas luces cedió a los chantajes del sector más retrógrado del partido al imponer como candidato a Félix Salgado Macedonio, un personaje oscuro con una serie de denuncias formales en su contra por violación y violencia de género. Además, Salgado jamás participó en el arduo trabajo de construcción de Morena sino que se limitó a observar desde las gradas y sólo saltó cuando la mesa ya estaba puesta.

Mario Delgado originalmente había convocado a una rueda de prensa para el jueves, 17 de diciembre a las 13:30 horas para “presentar los resultados de la encuesta de Morena en Guerrero” donde Pablo Amílcar Sandoval sería anunciado ganador. Pero sorpresivamente y de última hora Delgado se echó para atrás frente a las amenazas del equipo perdedor. Dos semanas después, el resultado cambió mágicamente y Salgado fue designado el abanderado del partido.

Conozco con particular detalle el caso de Guerrero. Mi involucramiento personal de larga data en la lucha por la democracia en aquel estado tan digno y emblemático me ha dado muchas lecciones. Pero Guerrero no es de ninguna manera la excepción. Morena también ha seguido una ruta similar en estados como Nuevo León, Zacatecas, Michoacán, Sinaloa, Tlaxcala y Baja California, donde también se ha priorizado la mera “popularidad” de los aspirantes por encima de los perfiles de lucha social.

En la desesperación por allanar el camino para sus candidatos externos preferidos, Delgado incumplió con su propia convocatoria que claramente establece dos etapas para el proceso de selección (véase: https://bit.ly/3b7wEfg). En primer lugar, la Comisión Nacional de Elecciones debe realizar una “valoración política del perfil del/la aspirante” con el fin de aprobar el registro inicial de un máximo de cuatro aspirantes. Acto seguido, la Comisión de Encuestas manda a hacer una encuesta para “determinar el candidato idóneo y mejor posicionado” entre los registrados.

Sin embargo, en todos los casos el partido ha saltado olímpicamente la primera etapa. Sin este filtro, o la realización de “valoración política” alguna, el partido arrancó directamente con la aplicación de las encuestas, incluyendo aspirantes auténticamente impresentables con denuncias penales en su contra, partidarios de Ricardo Anaya en 2018 o militantes de otros partidos políticos.

La realización de las encuestas ha sido marcada por la más absoluta opacidad. No existe información oficial alguna con respecto a la metodología utilizada y los resultados no se han hecho públicos. No se sabe que casas encuestadoras hicieron los levantamientos ni existen registros georeferenciados de los sitios de los mismos. Tampoco hay información sobre el tamaño de la muestra, las tasas de rechazo y no respuesta, los criterios de estratificación o los márgenes de error. Además, la Comisión de Encuestas, integrada Ivonne Cisneros, Pedro Miguel y Rogelio Valdespino, delibera en secreto y no existe acta alguna que documente sus resoluciones.

La sospecha es que la metodología que se aplica es una calca de la que se utilizó para escoger los candidatos del Partido de la Revolución Democrática durante los años noventa. Si ello es el caso, entonces Morena estaría tomando sus decisiones desde la lógica de un partido minoritario de oposición consumido por grillas y tribus internas, en lugar de a partir de una sólida visión de Estado con miras a la transformación profunda de la República desde el poder estatal.

La Comisión Nacional de Elecciones, que debe resolver las candidaturas con base a la información proporcionada por la Comisión de Encuestas, también actúa como un tribunal clandestino ya que la página web de Morena (https://morena.si/) no proporciona información alguna sobre su composición o actividades.

Además, el artículo 45 del estatuto de Morena señala que todos los integrantes de esta comisión deben ser seleccionados de entre los miembros del Consejo Consultivo de Morena. Sin embargo, este Consejo Consultivo simplemente no existe. Si bien hay un Acuerdo del Comité Ejecutivo Nacional que demanda la integración del Consejo Consultivo antes del 15 de diciembre de 2020 (disponible aquí: https://bit.ly/3obw0RM), este proceso jamás ocurrió. Así que los nombramientos de los actuales integrantes de la Comisión Nacional de Elecciones serían en principio nulos de pleno derecho.

Quienes hoy exigen una confianza ciega en las decisiones de la dirigencia actual de Morena confunden unidad con pasividad. El mismo López Obrador nos ha puesto el ejemplo con sus luchas históricas en contra de las arbitrariedades de las instituciones del viejo régimen y hoy reitera todos los días su respeto absoluto por la pluralidad y el derecho a la discrepancia.

Así que hagamos uso de nuestras libertades democráticas para pedirle de la manera más respetuosa a la dirigencia de Morena que rectifique el camino. Quedan todavía un par de meses antes del inicio de las campañas para gobernador. Aprovechemos este valioso tiempo para transparentar los procedimientos, rectificar su legalidad y reponer los que se tengan que rehacer.

La Cuarta Transformación será transparente, legal y respetuosa de la militancia, o no será.

www.johnackerman.mx

Fuente: El Financiero